La imagen, con Gingrich secándose las lágrimas, recuerda a la que protagonizó Hillary Clinton cuando luchaba con el presidente Obama por la candidatura demócrata.
Ha ocurrido al ser preguntado varias veces sobre su madre fallecida en 2003, que sufría depresión y trastrono bipolar. El público estaba formado en su mayoría por mujeres.
Clinton ya tuvo una escena similar en 2008, cuando perdía su condición de favorita ante el empuje de Obama en 2008. Fue en New Hampshire, cuando una mujer le preguntó cómo lograba controlar la presión de la campaña electoral.
La circunstancia ayudó a Hillary Clinton a deshumanizar su imagen e incluso ganó en aquel estado, contra pronóstico.
Las lágrimas de Gingrich han sido menos espectaculares, pero las circunstancias que rodean a lo que ha ocurrido en Iowa tienen similitudes a las de Clinton. Después de subir a lo más alto en las encuestas, Gingrich ha visto cómo su popularidad ha caído en los últimos días. Se estima que podría caer al cuarto puesto, o incluso pero, el próximo día 3 de enero.
A la espera de conocer la reacción de los electores, las primeras reacciones en el acto han sido positivas. "Es refrescante ver esto", ha afirmado Kate Kennedy, de 45 años. "Muchos candidatos tienden a ser muy herméticos y él se ha mostrado como una persona de verdad. Fue maravilloso verlo", añadió. Diane Patrick, de 44 años, afirma que las lágrimas de Gingrich le han convencido de que es un "hombre nuevo", reticente por los líos de falda del candidato republicano.
Las lágrimas jugaron también un papel importante en la campaña presidencial de 1972, cuando el candidato demócrata Edwin Muskie tampoco pudo contenerse al responder sobre unos comentarios críticos de un periódico local acerca de su esposa. El suceso perjudicó a su campaña y perdió la nomicación de su partido en beneficio de George McGovern.
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