“¿Qué quedará de Europa si desaparece el euro?” , se interrogó el presidente francés, Nicolas Sarkozy, el 1 de diciembre. La pregunta es pertinente: diez años después de su nacimiento, los europeos se encuentran ante una situación desesperada, en la que deben recuperar ante todo la credibilidad perdida, el nueno año 2012 se presenta como el año de la verdad para el euro, en el que se sabrá si la moneda común europea seguirá existiendo o cerrará el último capítulo de sus diez años de historia.
La peor crisis de la deuda europea se disparó dos años atrás cuando Grecia, que constituye sólo un 2,8% de la economía de la Eurozona, admitió al mundo que manipuló sus estadísticas fiscales, ademas de Portugal e Irlanda, hasta que en 2010 se aceleró su contagio destructivo por todo el continente hasta amenazar a España e Italia, dos economías demasiado grandes para caer y ser rescatadas, y que hoy por hoy se financian en los mercados a tasas insostenibles.
“Estamos ante un momento crucial: los próximos días y semanas determinarán el futuro del euro” , alertó el Centro de Política Europeo (EPC) en un informe. “No sólo la estabilidad de la Eurozona pende de un hilo, pero todo el conjunto del proyecto europeo” , escribieron Janis A. Emmanouilidis y Fabien Zuleeg, del EPC, un centro de reflexión con base en Bruselas.
La Eurozona se encuentra asfixiada, con sus bancos necesitados de capital, sus gobiernos poniendo en marcha más y más recortes y un descontento y frustración social creciente. Esta crisis provocó el fortalecimiento de movimientos sociales como “los indignados” , que desde que se inició en España, se propagaron por todo el mundo, con multitudinarias manifestaciones de protesta contra el sistema financiero. Entonces que 2012 será un año determinante para la Eurozona, formada por 17 países que apostaron al euro como moneda.
“Es posible llegar a una solución: pero habrá que pagar un precio. No sólo los países de la Eurozona deberán acordar ’más Europa’ también deberán permitir la intervención del Banco Central Europeo” , dicen Emmanouilidis y Zuleeg. De todas maneras, la solución tardará en llegar y los economistas creen que no será antes del año que viene. De lo contrario, vaticinan una catástrofe para el mundo entero.
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