martes, 3 de enero de 2012

El francotirador "más mortífero" de los SEAL estadounidense cuenta cómo mató a 160 enemigos en su libro


 Corría el año 2008. Chris Kyle vigilaba la llegada de un convoy estadounidense parapetado tras el muro de una casa derruida en el suburbio de Sdar, a las afueras de Bagdad. Tras el paso de los primeros vehículos vio a través de la mirilla de su rifle de largo alcance Lapua Magnum 338 cómo un insurgente sacaba un lanzacohetes y se disponía a disparar contra sus compañeros. El enemigo estaba a más de 1,5 kilómetros. 

 El francotirador de las fuerzas especiales estadounidenses era consciente de que sólo tenía una oportunidad de alcanzar su objetivo, y que era altamente improbable que lo consiguiese. Sin embargo, Kyle armó su fusil, apuntó y apretó el gatillo, un par de segundos después, el terrorista iraquí se desplomó muerto.

 Aquel disparo sirvió para salvar la vida de decenas de soldados y le hizo famoso: nunca antes un francotirador del Ejército estadounidense había abatido un objetivo a semejante distancia. “Dios guió esa bala para que le alcanzase”, reconoce Chris Kyle, en el libro autobiográfico ‘American Sniper’, que sale hoy a la venta. 

 En sus 400 páginas, tirador de élite de los SEAL el mismo cuerpo que abatió a Osama Bin Laden cuenta cómo los 160 enemigos ajusticiados en 10 años de servicio, y reconocidos por el Pentágono, le valieron el reconocimiento honorífico cómo el tirador de élite "más mortífero" de la historia del país. 

 El temor que desataba entre los insurgentes iraquíes era tal que le bautizaron como "El Diablo" y pusieron precio a su cabeza: 80.000 dólares. Por el contrario, sus compañeros no dudaron en bautizarle como "La Leyenda". Para Kyle, ese fue el mejor reconocimiento a su labor. 

 Cuando se alistó tenía serias dudas de ser capaz de apretar el gatillo. “Antes de embarcar hacia mi primer destino me preguntaba constantemente si podría matar a una persona”, confiesa el tirador, que recuerda cómo se pasaba las horas reflexionando sobre las consideraciones morales de acabar con la vida de un ser humano.  

 Pero, en cuanto pisó terreno enemigo, no le quedó más remedio que llegar a una simple conclusión: “en el campo de batalla no hay sitio para el gris, todo es blanco o negro”. Kyle tuvo que mentalizarse para considerar a sus enemigos como “salvajes”. Su vida, y la de sus compañeros, dependía de ello.

 “Después del primer muerto todo es más sencillo”, reconoce, mientras asegura que ya no necesita prepararse de manera especial para llevar a cabo sus ejecuciones a distancia. “Sólo tengo que mirar a través de la mirilla, fijar el objetivo en la diana y acabar con él antes de que mate a alguno de los míos”, explica en su relato.
 Cuando abandonó el servicio activo, Kyle decidió crear Craft International, una consultora militar a través de la que se dedica a transmitir lo que aprendió en las calles de Bagdad, Fallujah y Ramadi a militares, soldados de fortuna y trabajadores de empresas de seguridad privada.

  A sus 37 años, este experimentado asesino silencioso siempre comienza sus lecciones con una máxima inviolable “nunca pongas el dedo en el gatillo a no ser que estés preparado para acabar con la vida de quien tienes delante”.

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